viernes, 24 de febrero de 2012

Mis anhelos.


“Porque saber que lo estoy, que puedo caer hoy tanto como ayer, es agotador. Reconozco que tu eres ese y yo un poco más allá, aquel”

Eso me decía hace algunas noches, cuando mis manos se veían inspiradas por esos amores del pasado, hoy sencillamente pienso, que soy como muchos poetas melancólicos. Nos gusta el drama de una canción de otoño, las huellas que dejan las tortugas antes de irse a recorrer el mundo, la soledad de la  noche, el sonido del viento, y esos recuerdos que ya habíamos olvidado. Imploramos por tener silencio para escribir extensos y avasallantes poemas, pero cuando lo obtenemos, nos llenamos de tanto miedo que después de tan solo unos minutos abandonamos nuestro propósito.

Y allí en medio de un vagón del metro, con unos pequeños audífonos tratamos de ignorar al mundo, subiéndole el máximo a nuestras melodías para así no escuchar los gritos de los niños, las conversaciones rutinarias de personas comunes que se desplazan a casa luego de un agotador día de trabajo.

Tapamos el ruido con más ruido y suelo pensar que todo es anhelo, deseo por lo que no tenemos, desprecio por lo que ya es nuestro. Anhelamos momentos de silencio que no sabemos manejar. Imaginamos como cada escena de nuestras vidas se mueven en torno a un Soundtrack.

Nos encantan los amores vespertinos, aquellos que no son del todo color rosa, que no son correspondidos, que se encuentran al pasar los años y siempre pensamos en lo que pudo ser.
Creemos en las causas perdidas, y en la negativa de aceptar lo aceptable.

Nos gusta vivir a través de aquel último libro que leímos, porque solo así le damos una pizca de emoción a nuestra vida.

Aceptamos callados las injusticias porque nos convencemos que ya nada podemos hacer.

No dejamos de recordar esa última película que nos hizo llorar, ni esa estrella que se quedó con nosotros toda una noche mientras las olas salpicaban las rocas del Oeste a Este.

Nos gusta guardas pedacitos de papel con fechas importantes, nombres y palabras sin sentido para luego conmemorar lo que pasaba por nuestras cabezas en aquellos días.

Nos encanta idealizar nuestro futuro y aún más predecir nuestra muerte.

Con el paso del tiempo dejamos de ser tan trágicos, y solo guardamos esas sensaciones para momentos en que lo ameriten, terminamos por convertirnos en aquellos como muchos.

De vez en cuando, luego de cierto tiempo, si somos poetas de corazón nos dejamos hipnotizar por esos recuerdos, pero no perdemos el carácter. Solo reímos, lloramos y aceptamos.

Pero el anhelo siempre está allí, detrás de nosotros. Queremos dejar de utilizar a otros como nuestras musas, deseamos por el contrario, ser la inspiración de alguien más.

Sentimos miedo de la costumbre, queremos viajar a un país del norte para escribir  en una de esas tardes sepia.

Queremos guardar un álbum con todas esas bellezas grotescas, que nos inmovilizaron por un instante.

Y entonces, de nuevo anhelamos un desequilibrio para equilibrarnos, pintar un gran boceto paisajístico con nuestros temores. Queremos ser otros, interpretar un personaje para cada día.

Después de todo, un buen poeta sabe cómo utilizar estos  miedos y frustraciones a su favor, sabe explotar aún más esos días grises torneándolos en días naranjas y violetas, para crear nuevas palabras, nuevas emociones y nuevos tormentos que logren moverlos.





Se siente muy bien


Que bien se siente caminar sin tener ninguna preocupación,  reír de la lluvia o cuando tropezamos en la calle.

Que bien se puede escuchar la brisa como levanta las hojas y las pasea por encima de los carros
.
Que bien se siente levantarnos en un nuevo día y olvidar eso que ayer nos hizo odiar nuestra vida.

Que bien siente cuando tienes antojos de comerte algo, y justamente ese día llega alguien y te lo regala.

Que bien se siente saber que cuando llegues a tu casa te esperan con emoción dos animalitos que nunca se cansa de saludarte.

Que bien se siente  respirar después de terminar un trabajo que te traía como loco.

Que bien se siente cantar cuando llevas seis meses sin poder hacerlo.

Que bien se siente saber que alguien que te adora a pesar de lo torpe que eres.

Que bien se siente no dejar de creer en nosotros mismos.

Que bien se siente preferir hacer el amor que pelear  por una tontería

Que bien se siente saber que siempre estarás para mi.