jueves, 14 de marzo de 2013

Juegos del destino "Transtornados de la vida real"







En primer lugar debo decir que suelo ser una empedernida admiradora del cine y aún más de aquellas historias maravillosas, ficcionales, absurdas, irónicas y a veces reales, que se proyectan en esas grandes pantallas con estruendosos ruidos. Así que voy con muchísima frecuencia, hace unas semanas,  y luego de huirle por algunas otras, me decidí por ver  “Juegos del destino” del Director David O. Russell, sí, el mismo creador de aquella película del 2010 “the fighter”  que no me hubiese enterado sin haber visto antes los premios Oscar 2013. Y justamente por esta razón me entregué desde cero para dejarme llevar por lo que parecía ser una comedia romántica hollywoodense.

Las primeras escenas nos dan una especie de arranque para conocer la historia de Pat, un hombre que enfrenta un gran transtorno bipolar, luego de encontrar a su esposa siéndole infiel en su propia casa, escuchando de fondo su canción de bodas. 

Sus grandes monólogos sobre no perder la esperanza y creer aún en el amor reflejan  la realidad de muchos de sus espectadores al encontrarse en situaciones similares. Sin embargo, Russell, le da un toque de humor e ironía justo cuando continúa presentando el resto de sus personajes. Compañeros, amigos y familiares de Pat, todos prototipos de ciudadadanos, que lo etiquetan como una persona enferma y altamente peligrosa. 

Tiffany es su antagonista, otra chica “rara” que no termina de aceptar la muerte de su esposo y desarrolla una conducta maniática teniendo sexo con hombres y mujeres para ocultar sus sentimientos.  Esta pareja a primera vista son el uno para el otro, extraños, diferentes, locos, pero a la vez dos gotas del mismo vaso.

El punto más relevante que te hace querer ver el resto de esta historia es la cercanía de sus personajes con la realidad, y de la vida como la conocemos, del dolor que sentimos al perder a un ser amado, de que somos seres frágiles y de que preferimos estar con cualquiera a sentirnos solos. A pesar de ello, y justo como la historia de la caja de Pandora, lo último que perdemos es la esperanza. 

Los sueños de encontrar el amor, de realizar aquel sueño que habías dejado guardado y escondido debajo de la ropa sucia, siempre salen a relucir y que mejor que una película para llevarlos a su éxtasis.

Esta historia tiene un final simplemente satisfactorio para sus expectadores y sus protagonistas, cuando Pat y Tiffany se dan cuenta que fue el destino y su aceptación de lo que realmente eran “seres especiales” la razón más poderosa que tenía el Universo para unirnos.

 

miércoles, 27 de febrero de 2013

Instruciones para volverse loco



Desvélese toda la noche gracias a la bachata, los gritos y zapatazos de la fiestecita del barrio cerca de su residencia. Levantase con el pie equivocado, no importa si es el  derecho o el  izquierdo, solo recuerde caerse o doblarse ligeramente alguna extremidad de su cuerpo. Procure quemar su desayuno para que no le quede otra opción que comerse una empanadita, con recuerditos de su higiénico chef, de seguro alguien con largos rulos negros. Tal día como ese, recuerde utilizar el servicio público de transporte de su preferencia con más retrasos posibles, si en este caso se ha decido por el metro, esmérese por encontrar el vagón sin aire, este suele ser casi siempre el del medio, ese bien ubicado que da hacia la escalera mecánica dañada más cercana y sin ningún espacio, para que una vez adentro lo pisen, lo empujen, lo maltraten y lo perfumen con el tierno hedor de unos de sus compañeros quienes al parecer no se han bañado desde hace una semana.


Llegue lo más tarde posible a la reunión con los socios de Houston, para que se gane la mirada de desprecio de su jefecito. Absténgase de  no comer hasta su hora de salida, no por falta de hambre sino por todo lo que le tocó hacer para enmendar su error de esta mañana. Procure obtener una digna migraña, gracias al estrés y la falta de alimento. Su viaje de regreso a casa deberá ser eterno gracias al merengue volumen 20 de la última camionetica de la zona.  Súmele a ello, unas constantes ganas de vomitar, poca visibilidad y una gran irritación a todos los olores y la luz. Organice su agenda para que coincida con su tan esperado cuarto aniversario, llame a su novio e irrítelo hasta que decida cancelar por millonésima vez, su viaje a Los Roques. Llegue a casa caminando lo más tarde posible y encuéntrela inundada hasta los teque teque de agua,  una hora después debería escuchar el timbre con la inesperada visita de una de sus tías más queridas, esa de la voz chillona, que solo viene para chismear con su madre hasta las 3 de la madrugada. Corra a su cuarto en cuanto se desocupe y machúquese la mayor cantidad de dedos posibles, con la mesita de noche, agarre dos almohadas y golpéelas como sacos de boxeo, grítele a todos que se vayan al demonio y para darle ese toque personal, tire la puerta de su cuarto una o dos veces.

Debería sentir como empeora el dolor y las palpitaciones en su cabeza. Su ansiedad por salir corriendo y el sudor lo ayudarán creer que se encuentra en una caja, sin aire y sin esperanzas de vida. Mientras intenta relajarse, su frenética tía le preguntará en aquel tono de voz: ¿dónde dormirá ella?, ¿qué si tiene una cobija?, ¿qué si ya comió?, ¿qué si ya se bañó?, ¿qué si ya se durmió?


Ese día intente odiar su colchón, su sombra y hasta el aire que respira. Simplemente procure no morir reventado como una chicharra, ya que, tan solo queremos un poco de demencia más no un derrame cerebral. IMPORTANTE: Recuerde siempre sonreír como guasón para que todos noten su estado. Sí ha logrado cumplir con todos estos simples detalles en tan solo un día o más, ¡FELICIDADES! todos estarán convencidos que usted está loco de remate.

viernes, 24 de febrero de 2012

Mis anhelos.


“Porque saber que lo estoy, que puedo caer hoy tanto como ayer, es agotador. Reconozco que tu eres ese y yo un poco más allá, aquel”

Eso me decía hace algunas noches, cuando mis manos se veían inspiradas por esos amores del pasado, hoy sencillamente pienso, que soy como muchos poetas melancólicos. Nos gusta el drama de una canción de otoño, las huellas que dejan las tortugas antes de irse a recorrer el mundo, la soledad de la  noche, el sonido del viento, y esos recuerdos que ya habíamos olvidado. Imploramos por tener silencio para escribir extensos y avasallantes poemas, pero cuando lo obtenemos, nos llenamos de tanto miedo que después de tan solo unos minutos abandonamos nuestro propósito.

Y allí en medio de un vagón del metro, con unos pequeños audífonos tratamos de ignorar al mundo, subiéndole el máximo a nuestras melodías para así no escuchar los gritos de los niños, las conversaciones rutinarias de personas comunes que se desplazan a casa luego de un agotador día de trabajo.

Tapamos el ruido con más ruido y suelo pensar que todo es anhelo, deseo por lo que no tenemos, desprecio por lo que ya es nuestro. Anhelamos momentos de silencio que no sabemos manejar. Imaginamos como cada escena de nuestras vidas se mueven en torno a un Soundtrack.

Nos encantan los amores vespertinos, aquellos que no son del todo color rosa, que no son correspondidos, que se encuentran al pasar los años y siempre pensamos en lo que pudo ser.
Creemos en las causas perdidas, y en la negativa de aceptar lo aceptable.

Nos gusta vivir a través de aquel último libro que leímos, porque solo así le damos una pizca de emoción a nuestra vida.

Aceptamos callados las injusticias porque nos convencemos que ya nada podemos hacer.

No dejamos de recordar esa última película que nos hizo llorar, ni esa estrella que se quedó con nosotros toda una noche mientras las olas salpicaban las rocas del Oeste a Este.

Nos gusta guardas pedacitos de papel con fechas importantes, nombres y palabras sin sentido para luego conmemorar lo que pasaba por nuestras cabezas en aquellos días.

Nos encanta idealizar nuestro futuro y aún más predecir nuestra muerte.

Con el paso del tiempo dejamos de ser tan trágicos, y solo guardamos esas sensaciones para momentos en que lo ameriten, terminamos por convertirnos en aquellos como muchos.

De vez en cuando, luego de cierto tiempo, si somos poetas de corazón nos dejamos hipnotizar por esos recuerdos, pero no perdemos el carácter. Solo reímos, lloramos y aceptamos.

Pero el anhelo siempre está allí, detrás de nosotros. Queremos dejar de utilizar a otros como nuestras musas, deseamos por el contrario, ser la inspiración de alguien más.

Sentimos miedo de la costumbre, queremos viajar a un país del norte para escribir  en una de esas tardes sepia.

Queremos guardar un álbum con todas esas bellezas grotescas, que nos inmovilizaron por un instante.

Y entonces, de nuevo anhelamos un desequilibrio para equilibrarnos, pintar un gran boceto paisajístico con nuestros temores. Queremos ser otros, interpretar un personaje para cada día.

Después de todo, un buen poeta sabe cómo utilizar estos  miedos y frustraciones a su favor, sabe explotar aún más esos días grises torneándolos en días naranjas y violetas, para crear nuevas palabras, nuevas emociones y nuevos tormentos que logren moverlos.





Se siente muy bien


Que bien se siente caminar sin tener ninguna preocupación,  reír de la lluvia o cuando tropezamos en la calle.

Que bien se puede escuchar la brisa como levanta las hojas y las pasea por encima de los carros
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Que bien se siente levantarnos en un nuevo día y olvidar eso que ayer nos hizo odiar nuestra vida.

Que bien siente cuando tienes antojos de comerte algo, y justamente ese día llega alguien y te lo regala.

Que bien se siente saber que cuando llegues a tu casa te esperan con emoción dos animalitos que nunca se cansa de saludarte.

Que bien se siente  respirar después de terminar un trabajo que te traía como loco.

Que bien se siente cantar cuando llevas seis meses sin poder hacerlo.

Que bien se siente saber que alguien que te adora a pesar de lo torpe que eres.

Que bien se siente no dejar de creer en nosotros mismos.

Que bien se siente preferir hacer el amor que pelear  por una tontería

Que bien se siente saber que siempre estarás para mi.



miércoles, 20 de julio de 2011

Cosas que me recuerdan a ti.

El aroma de las fresas con champagne y tu boca diciéndome que lo disfrutas.
Una manzana verde y tus repentinas ganas por compartirla.
La simplicidad de tu sonrisa y tus brazos torneando mi cintura.
La ausencia de espejos que me enseñaron a mirarme en tus manos y a sentirme en tus ojos.
Las arrugas de tus ojos esas que delatan que tanto haz mentido.
La lluvia y un gato ajeno caminando por la puerta de tu casa.
Las pecas de tu espalda, la cicatriz de tu hombro.
Tu voz preguntándome, ¿qué te propones?.
Tu rabia a mi ausencia
esa noche en mi casa
ese taxi despreocupado
tu chaqueta cubriéndome.





martes, 19 de julio de 2011

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Pasado por presente.

Dejaré el te quiero, por el te tengo
No el de posesión sino el  de complicidad,
De la proximidad de nuestros cuerpos,
Del intercambio de silencios
Dejaré el anhelo para comenzar a  sentir
Sentir en gerundio
En un continuo presente
O quizás en un futuro.
Dejaré de pisar en seguro
Para dejarme caer
Y luego levantarme
y luego sonreír
Dejaré el café
Pero jamás el chocolate
Así como mi irremediable gusto por tu aroma
Que nunca cambia, q nunca me deja
Dejaré de tararear tus canciones
Y les daré una  letra
Dejaré de pensarte en las noches
Para llamarte en las mañanas
Dejaré el gris por un amarillo más vivo
Dejaré de escuchar monótonas canciones
Para escuchar esas que me hacen moverme desde adentro
O algunas desafinadas de las tuyas
De mucha guitarra
De mucha batería
De mucha pasión
Dejaré de escucharme para escuchar al mundo
Dejaré la montaña y me iré a vivir a la playa
Dejaré los encuentros casuales
Para unirme a nuestro desencuentro
Dejaré de quererte para empezar a tenerte.
Dejaré de hacerme ideas de que existió porque
Aún sigues existiendo
Porque
 aún sigues seduciéndome
aún sigues encantándome
tan sutil
tan simple
tan sin darte cuenta
y me encuentro feliz
y no haces falta
y no duele
y no extraño
Sólo estas allí, como antes, como ahora
Sirviéndome
Alentándome
Sin darte cuenta